viernes, julio 07, 2006

Derecho a la información


El repertorio descalificador dominicano es prolijo en palabras y frases rotundas e inapelables, de esas que dejan sin respiración a quien las recibe. Palabras y frases proferidas con desprecio por el otro y su inteligencia y desde una pretendida superioridad que marca territorio.

Ejemplos cotidianos sobran. Ahí está, para no ir más lejos, la imputación de miopía, mala fe e ignorancia a quienes intentan sacar cuenta de los gastos incurridos por la Presidencia en los multitudinarios –y a veces tumultuosos– viajes al extranjero que realiza Leonel Fernández. La diatriba es aderezada con “alegatos” cuya premisa es la anemia neuronal del dominicano: incapaces de producir riqueza alguna, necesitamos un padre tutelar que peregrine por los centros de poder en busca de la inversión que supla lo que nosotros, sus malhadados hijos e hijas, somos incapaces de procurarnos con el esfuerzo propio. Mendicidad trendy a la que no faltan áulicos.

Sucede, sin embargo, que el malintencionado, miope e ignorante podría ser quien imputa y no el imputado. Malintencionado el imputador porque busca sustituir la respuesta razonable con la ofensa; miope, porque no alcanza a ver el espíritu democratizador de la Ley General de Libre Acceso a la Información Pública, promulgada el 28 de julio de 2004; ignorante porque desconoce el principio básico de que la información pública pertenece a los ciudadanos y ciudadanas en calidad de derecho y que su abundancia crea transparencia administrativa.

Quizá no sea aún evitable que los funcionarios secuestren información. Pero sepamos que delinquen contra el Artículo 1 de la aludida Ley que obliga a todos los órganos del Estado a ofrecerla de manera “completa, veraz, adecuada y oportuna” a quien la solicite. Violar este artículo, y regalamos el dato a los censores, arriesga a penas de prisión y a la inhabilitación por cinco años para el ejercicio de funciones públicas. Ergo, una ciudadanía activa y celosa de sus prerrogativas pone a la ignorancia supina en riesgo considerable de perder libertad y empleo.

Si el Presidente y su entusiasta, abultado y permanente séquito gastan menos en sus viajes que lo recibido por el país en inversión o donación extranjera, no es circunstancia en discusión y no vale como contraargumento. Lo relevante es saber cómo emplean las autoridades el dinero público. Y si vale la pena que funcionarios monolingües y sin capacidad de sonrojo, sigan agregando fotos a sus álbumes turísticos a costa nuestra.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Bueno, para completar la mancheta de Rumbo, aunque nuestros encuentros ciberneticos ocurren en msn, Margarita, pongo aqui mi comentario, feliz de viajar por el planeta Alfaro y su pequena colina y por el chile del divinamente malhumorado Maglio. Cuanta gente querida en un solo espacio!

Maria Isabel